domingo, 3 de julio de 2011

¿Por qué todos los perros se llaman BOBBY?


La triste historia de Bobby Greyfriar, el pequeño terrier que estuvo sentado en la tumba de su dueño durante 14 años, fue embellecida desde su muerte desde 1872. Pero aunque muchos no se lo crean, es una historia real.

Como la mayoría de las grandes ciudades, Edimburgo tiene estatuas de sus personajes más ilustres. Sin embargo, resulta curioso e inusual que la estatua más famosa de Edimburgo sea la de un perro. La estatua de Bobby se puede encontrar afuera del Bar Geyfiars Bobby, un pub famoso por esta asociado a la historia de este perro. En la iglesia del cementerio de Greyfriar, una placa en su memoria recuerda a este entrañable animal.

Bobby era un pequeño perro terrier, raza de perros reconocida por su tenacidad y coraje. Perteneció a un hombre de Edimburgo, cuya identidad ha sido objeto de muchas discusiones. Sin embargo, todas las historias coinciden en un punto: después de la muerte de su amo, Bobby pasó el resto de sus 14 años sentado sobre la tumba de su amo. Hiciera frío, lloviera o nevara, ahí estuvo Bobby, acompañando a su amo hasta la muerte.

Es seguro que Bobby existió, aunque algunos en Edimburgo lo vean como una leyenda local. Una de las pruebas de su existencia fue el hecho de que, en enero de 1872, el famoso periódica The Scotsman de Edimburgo, anunció la muerte del perro Bobby quien había permanecido 14 años sobre la tumba de su amo.
En 1881, el duque de Gloucester inauguró una placa en honor de Bobby, en un homenaje realizado por la Sociedad Protectora de Animales de Escocia.

La realidad supera la ficción

¿Sabes quién es? Seguro que en alguna ocasión has visto esta imagen. Y si te digo que es el mismísimo Drácula, o mejor dicho, ¡El verdadero Drácula! Pues sí, este personaje que se suponía surgió de la cabeza del escritor irlandés Bram Stoker allá por el S.XIX, existió y aunque lógicamente no era un vampiro, conociendo su biografía seguro que ha nadie le hubiera sorprendido.
Aquí os muestro la verdadera historia de Vlad Tepes "El Empalador".

Biografía

Fue uno de los tres hijos legítimos de Vlad Dracul ("Dracul" en Rumano significa "el Demonio", el pueblo no entendía que el símbolo del dragón no era lo mismo que el Demonio del cristianismo), quien fue admitido en la Orden del Dragón, creada en 1428 por Segismundo de Luxemburgo, rey de Hungría y posteriormente emperador germánico. El rey de Hungría había otorgado tierras en la región de Transilvania (entonces controlada por el Reino de Hungría) a los Señores nobles valacos por sus hazañas contra los turcos otomanos y entre ellos, Vlad II Dracul habría sido uno de los beneficiados por sus heroicos hechos.
Vlad era príncipe de Valaquia (antiguo principado danubiano, que formó con Moldavia el reino de Rumania en 1881). Hoy en día, constituye dos regiones geográficas bien definidas: la Muntenia, situada al este del río Olt, y la Oltenia, al oeste, e históricamente siempre fueron dos regiones rumanas distintas.
Su traumática infancia fue muy determinante a la hora de formar su futuro como príncipe. A los 13 años, en 1444, fue entregado a los turcos como rehén junto con su hermano Radu por su padre, como muestra de sumisión al Sultán y como garantía. Fue criado por el mismo Murat II (padre de Mehmet II, el cual lo tuvo como a un hermano) en ciudades como Adrianópolis, Egniojsor, Ened y Ninfamén, con el propósito de evitar una nueva traición por parte del padre de Vlad.
Cuando volvió del exilio supo que en 1447 su padre, Vlad Dracul, había muerto apaleado y a su hermano Mircea le habían quemado los ojos con un hierro candente antes de enterrarlo aún con vida. Ambos hechos fueron ordenados por el conde Juan Hunyadi (antiguo aliado de Vlad II) y apoyados por los boyardos (la aristocracia local), a los cuales Vlad tuvo desde entonces odio eterno.
Los turcos lo apoyaron hasta convertirlo en rey de Valaquia (antes incluso llegó a ser Príncipe de Transilvania, pero sólo durante unos meses), en septiembre de 1448, pero los húngaros lo expulsaron unos meses después por orden de Juan Hunyadi.
Durante ocho años Vlad estuvo viajando por los lugares limítrofes de Valaquia buscando apoyo. Se sabe que en este tiempo contactó con su primo Esteban el Grande de Moldavia, quien lo ayudaría en el futuro contra los turcos cuando éste se convirtió en voivoda de su país. Además aprendió varias tácticas político-militares.
Estuvo en la corte de Juan Hunyadi, el cual, impresionado por su conocimiento de los turcos y su odio del sultán turco Mehmed II, lo perdonó y lo tomó como consejero. Eventualmente, se convertiría en el candidato húngaro al trono de Valaquia.

Luchó y descargó toda su brutalidad tanto contra cristianos como contra musulmanes. Defendiendo lo que le convenía en cada momento, luchaba contra aquél que le hiciera pagar tributos.
Tanto musulmanes como cristianos lo tenían por maldito, quedándose él en una posición media, obligando a musulmanes de su país a luchar contra los musulmanes turcos y a los católicos a matar ortodoxos.
El Día de San Bartolomé de 1459, Vlad hizo empalar a la mayoría de los sajones de Braşov, una ciudad transilvana que se había rebelado contra él, ya que habían apoyado al pretendiente Dan II junto con desleales húngaros y rumanos, y a continuación organizó un festín en el centro de este nuevo bosque de empalados aún aullantes, frente a la tarima donde un verdugo descuartizaba lentamente a los cabecillas de la sublevación y sus familias. La peculiar celebración duró hasta muy entrada la noche, cuando, para iluminarse, Vlad y su ejército prendieron fuego a la ciudad ante los ojos de sus 30.000 agonizantes ciudadanos. Incluso a los que no mandó empalar los amontonó e hizo que sus soldados los mataran a sangre fría con espadas, picas y cuchillos. Poco después atacó las ciudades de la región Ţara Bârsei, en donde también hubo varios empalamientos.
Al año siguiente arrasó las ciudades de Amlaş y Făgăraş por rebelión, resultando la gran mayoría de sus habitantes empalados, quemados o muertos en combate. Estas ciudades tardaron varias generaciones en recuperar su población, quedando desiertas algunas de ellas durante un siglo. Vlad, al firmar la paz con Transilvania, exigió que este principado no acogiera a ningún enemigo y que le pagara un tributo de 15.000

Leyenda de vampiro

En la literatura y el cine fue el modelo del género de terror y de vampiro, ya que se dice que bebía la sangre de sus víctimas en copas mientras comía delante de los empalados. Su sádica personalidad la tomó Bram Stoker como modelo para su obra Drácula, escrita en 1897. Para 1976, el gobierno comunista de Nicolae Ceauşescu lo declaró Héroe de la nación al cumplirse el V Centenario de su muerte. Se han realizado infinidad de películas sobre el personaje pero casi siempre desde la perspectiva del vampiro y no de su biografía real durante todo el siglo XX. Existe una película rumana "Vlad Ţepeş" de 1979 que sí es histórica, dirigida por Doru Năstase sobre un guión de Mircea Mohor, donde Ţepeş es presentado como un héroe nacional. La historiadora (título original en inglés: The Historian) es una obra que narra, en tres épocas diferentes, la búsqueda de la tumba de Vlad Ţepeş, describiendo al mismo tiempo su vida como figura histórica y el mito de Drácula construido a su alrededor. Es la primera novela escrita por Elizabeth Kostova, publicada en inglés en junio de 2005 y en español en septiembre del mismo año por Umbriel Editores.

I love it!!

“EL BESO”
1950- París
Robert Doisneau

Ohhhhh… se cayó un mito
Doisneau es muy conocido por sus besos.
Fotografiar este tipo de escenas era una característica que en su época lo consideraban como algo erótico y mucho más si se producía en la calle. Por eso su fotografía era muy nueva y transgresora. Mediante su técnica conseguía captar momentos casuales. Esta rapidez a la hora de capturar las imágenes en milésimas de segundo que en la actualidad no supone demasiado esfuerzo, por aquellos años era casi imposible. Por lo tanto se convertía en fundamental: estar en el sitio adecuado, en el momento adecuado y con todo preparado para sacar la foto adecuada. Así, Doisneau es considerado uno de los padres del reporterismo gráfico de calle, gracias a esas fotografías robadas de milésimas de segundo.
Este breve análisis sobre la famosa fotografía de El beso captado ante el Ayuntamiento de París en 1950, nos muestra un claro ejemplo de cómo se pueden apreciar varios planos en las fotografías de Robert Doisneau. Un primer plano y el de mayor importancia: el de la pareja que se besa, otro segundo perteneciente al hombre que se encuentra de espaldas y bastante desenfocado, otro que tercero que corresponde al hombre con boina que camina por la calle, un cuarto de la chica situada detrás de la pareja, un quinto en el que otro hombre que camina a contracorriente del resto de la gente consigue dar movimiento y transmitir fugacidad a la imagen, el sexto en el que se pilla a un señor con sombrero y que consigue “cerrar” la imagen y por últimos los otros dos planos correspondientes a la circulación de los coches y la fachada del Ayuntamiento.
Esta característica peculiar y muy característica del fotógrafo francés es lo que consigue transmitirnos mucha información y captar cuestiones sutiles que rodean al beso. Hay mucho movimiento en esta imagen, no es solo una pareja besándose, es mucho más que eso. Es un momento casual, del movimiento de la cotidianeidad. Juega mucho con los modelos y lo casual del entorno, pero espera a que se produzca el momento en el que se unan todos los factores de forma natural. Y ocurre así en la mayoría de sus fotos.
(Enrique Carrascal)
Doisneau tomó en 1950 esta foto y desde entonces se han hecho millones de copias. Dos jóvenes veinteañeros, estudiantes de arte dramático posaron para el fotógrafo.
El enamorado Jacques Carteaud no conservó la fotografía firmada que Robert Doisneau (fallecido en 1994) le mandó. Por el contrario Francoise Bornet guardó la fotografía.
La enamorada actriz, Bonet, estudiante de arte dramático, hizo pública la existencia de la foto en 1992, cuando surgieron candidatos reclamando el cobro de derechos de autor.
El Beso. La foto de Doisneau se convirtió en el símbolo del París romántico de mediados de siglo. Todo comenzó cuando la revista estadounidense America's Life encargó al fotógrafo material gráfico para un reportaje cuyo tema sería el Amor en París. Robert Doisneau observó a una pareja de enamorados en un café parisino besándose y fue entonces cuando les propuso una actuación en la calle, concretamente ante el Ayuntamiento de París.
La foto la tomó en 1950, cuarenta años más tarde se habían vendido más de 400.000 copias. "Le Baiser de l'Hotel de Ville", su título original, en forma de calendario, postales o carteles dieron la vuelta al mundo a mediados de los años 80.

En 1993 "El Beso" fue llevado a juicio. Una pareja afirmaba haberse reconocido en la imagen y reclamaban su porción del pastel. Por aquel entonces, empezaron a aparecer mujeres y hombres asegurando ser los amantes de la obra y planteando demandas de derecho de imagen, aquella mentira que hacía creer que era una instantánea improvisada no pudo mantenerse. El fotógrafo ganó el juicio al presentar como prueba la serie completa de fotos tomadas en distintos puntos de París con la misma pareja. La había encontrado en un café cerca de la escuela de teatro y les había propuesto posar para la foto. Françoise Bornet, la protagonista real de la foto junto a su novio de entonces, Jacques Carteraud, decidió descubrir su secreto: quería un porcentaje de las ganancias. Otra vez Doisneau ganó en los estrados: pudo comprobar que había pagado el trabajo de Bornet y su compañero. La pareja vendió la copia de su foto que le regaló Doisneau a un coleccionista suizo que pagó por ella 155.000€ en 1992. Más tarde, reconocería el propio autor: "No es una foto fea, pero se nota que es fruto de una puesta en escena, que se besan para mi cámara."
Al fotógrafo se le han dedicado más de un centenar de libros y varias películas. Del cartel de El beso se han vendido más de 500.000 ejemplares en todo el mundo.